Presidente del regreso a la democracia. Presidente de un tiempo difícil con numerosas cuentas a saldar. Presidente que heredó un país endeudado, empobrecido y herido por la desaparición, tortura y ejecuciones de decenas de miles de argentinos.
Presidente de un país en lágrimas tras perder una guerra producto de la estupidez.
Raúl Alfonsín asumió tras unas elecciones reñidas y sorpresivas en su resultado y manchadas por denuncias de fraude electoral supuestamente ejecutadas por el gobierno militar. No obstante la alegría por el retorno al modelo republicano que marca nuestra constitución abrió las puertas de la esperanza y la justicia.
Encaminó los juicios a los responsables del último genocidio ejercido en nuestro territorio. Esto le valió intentonas golpistas de los militares y actos violentos de grupos de extrema derecha que aún ejercían su poder de fuego. En ese contexto Raúl Alfonsín debió negociar leyes como “Obediencia de Vida” y “Punto Final”.
Sufrió embates de grupos económicos y estructuras gremialistas que pusieron en jaque su continuidad política.
No obstante, más allá de sus fracasos y triunfos, Raúl Alfonsín nunca dejó de predicar su vocación democrática, su respeto a las leyes y a las formas nobles de ejercer la política. Prevaleció en él una actitud de pautar y negociar, siempre con firmeza y con destreza política.
Fue tan férrea su tarea y su misión que aún hoy el sistema democrático vapuleado por el clientelismo y la extorsión niega a abandonar al pueblo. Resisten miles de dirigentes sociales que creen en la libre participación del ciudadano en la construcción de la nación.
Quizás esta sea el mayor aporte de Raúl Alfonsín. La de cimentar la democracia en un país donde votar libremente era más una extrañeza.
A él todo el reconocimiento de su honor y lucha.
Foto extraída de Flickr. Autora Berta Alarcó / http://www.flickr.com/photos/bertafotu/
muy buenas palabras, te lo dice un peronista de toda la vida